Descifrando el Miedo
El miedo es una emoción
caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado
por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso
pasado.
Es una emoción primaria que
se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta tanto
en los animales como en el ser humano. La máxima expresión del miedo es el
terror.
Las emociones son
reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos
estímulos del hombre cuando ve algo o una persona importante para ellos.
Psicológicamente, las emociones alteran la atención, hacen subir de rango
ciertas conductas guía de respuestas del individuo y activan redes asociativas
relevantes en la memoria.
Fisiológicamente, las
emociones organizan rápidamente las respuestas de distintos sistemas
biológicos, incluidas las expresiones faciales, los músculos, la voz, la
actividad del Sistema Nervioso Autónomo o Vegetativo (dirige las actividades
corporales sobre las que el individuo no tiene un control consciente, como la
respiración y la digestión o el movimiento de corazón y la del sistema
endocrino, a fin de establecer un medio interno óptimo para el comportamiento
más efectivo
Conductualmente, las
emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro
entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos
alejan de otros. Las emociones actúan también como depósito de influencias
innatas y aprendidas, y poseen ciertas características invariables y otras que
muestran cierta variación entre individuos, grupos y culturas
Enfoques sobre el miedo
Desde el punto de vista
biológico, el miedo es un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de
supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante
situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y
beneficioso para el individuo y para su especie.
Desde el punto de vista
neurológico es una forma común de organización del cerebro primario de los
seres vivos, y esencialmente consiste en la activación de la amígdala, situada
en el lóbulo temporal.
Desde el punto de vista
psicológico, es un estado afectivo, emocional, necesario para la correcta
adaptación del organismo al medio, que provoca angustia en la persona.
Desde el punto de vista
social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de
la organización social.
Se puede por tanto aprender
a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se
relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al
amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación con los
distintos elementos de la cultura.
Para algunos, el miedo en
el ser humano, no guarda ninguna relación fisiológica (como reacción de
alerta), sino será un producto de la consciencia, que expande nuestro nivel de
conocimiento.
Fisiología, psicología y bioquímica del miedo
El mecanismo que desata el miedo
se encuentra, tanto en personas como en animales, en el cerebro, concretamente
en el sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones, la lucha,
la huida y la evitación del dolor, y en general de todas las funciones de
conservación del individuo y de la especie.
Este sistema revisa de
manera constante (incluso durante el sueño) toda la información que se recibe a
través de los sentidos, y lo hace mediante la estructura llamada amígdala
cerebral, que controla las emociones básicas, como el miedo y el afecto, y se
encarga de localizar la fuente del peligro.
Cuando la amígdala se
activa se desencadena la sensación de miedo y ansiedad, y su respuesta puede
ser la huida, el enfrentamiento o la paralización.
Es interesante señalar que
el miedo al daño físico provoca la misma reacción que el temor a un dolor
psíquico.
El miedo produce cambios
fisiológicos inmediatos: se incrementa el metabolismo celular, aumenta la
presión arterial, la glucosa en sangre y la actividad cerebral, así como la coagulación
sanguínea.
El sistema inmunitario se
detiene (al igual que toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos
mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la
huida) y el corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las
células (especialmente adrenalina).
También se producen
importantes modificaciones faciales: agrandamiento de los ojos para mejorar la
visión, dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz, la frente
se arruga y los labios se estiran horizontalmente.
Como el sistema límbico
fija su atención en el objeto amenazante, los lóbulos frontales (encargados de
cambiar la atención consciente de una cosa a otra) se desactivan parcialmente.
Durante un ataque de pánico
la atención consciente queda fijada en el peligro, y si los síntomas
fisiológicos como el ritmo cardiaco o la presión sanguínea son interpretados
por el sujeto como una confirmación de la realidad de la amenaza se produce una
retroalimentación del miedo, que impide una ponderación del auténtico riesgo.
Esto sucede, especialmente,
en el caso de las fobias: la atención del fóbico es incapaz de prestar atención
a otra cosa y magnifica el peligro ante la incomprensión de los presentes.
Uno de los padecimientos
más temibles en el marco de las relaciones personales, es el llamado Miedo
Escénico o Pánico escénico, estado inhibitorio que reduce la efectividad
comunicacional e impide el despliegue de las capacidades expresivas potenciales
de los afectados.
Teoría de Yagosesky
Renny Yagosesky, Escritor y
Orientador de la Conducta, define al Miedo Escénico como la Respuesta
psicofísica del organismo, generalmente intensa, que surge como consecuencia de
pensamientos anticipatorios catastróficos sobre la situación real o imaginaria
de hablar en público.
El miedo escénico es
habitual entre individuos que tienen que actuar ante una audiencia aunque no
pronuncien una palabra, músicos, bailarines, deportistas, etc.
Esta respuesta incluye
manifestaciones de estrés, timidez y ansiedad, como preocupación, tensión
corporal, inhibición, ineficacia funcional y otras formas de alteración de la
normalidad en lo fisiológico, lo cognitivo y lo conductual.
Nivel fisiológico:
Alteración del ritmo
cardíaco
Sudoración copiosa
Urgencia urinaria
Malestar estomacal
Dolor de cabeza
Reducción de la secreción
salivar
Dilatación de las pupilas
Rubor facial
Sensación de
"trac" o cierre de la laringe
Escalofríos
Náuseas
Inquietud generalizada
Nivel cognitivo:
Congestión mental
Expectativa de fracaso
Hiperatención auto centrada
Exageración perceptiva de
las fallas
Confusión mental
Fallas de concentración
Auto exigencia
Temores al fracaso, al
rechazo y al ridículo.
Nivel conductual:
Evitación de acción
Escape de la situación
Comportamientos automáticos
Farfulleo o atropellamiento
verbal
Tartamudeo
Bajo volumen de voz
Uso de drogas calmantes o
estimulantes
Silencios frecuentes o
largos.
Yagosesky aclara que
existen frecuentes confusiones en la terminología relativa a miedo y temor, y
los distingue, al señalar que el miedo
es referido a una respuesta compleja de causa biológica que suele surgir frente
a la presencia real y verificable de un agente percibido como aversivo,
mientras que el temor sería una
respuesta detonada por anticipaciones mentales o cognitivas de eventos que no
han acaecido, con base en esto, el autor insiste en que a pesar de que se
utiliza la categoría compuesta "Miedo Escénico" y se incluye el
término "Miedo", en realidad hablar de "Miedo Escénico"
implica realmente hablar de temor, de ansiedad, pues las respuestas emitidas
por los aquejados, tienden a manifestarse antes de actuar en público, y
durante, aunque se encuentren frente a grupos que no muestran en forma alguna
predisposición o rechazo. Esto, sería revelador del componente intrapersonal
que induce o influye en la experiencia de incomodidad.
Se destacan como los
errores cognitivos de quienes padecen el trastorno de temor de hablar en
público y de la Fobia Social la cual es vista como uno de los trastornos de
ansiedad, los siguientes síntomas:
Valoración no realista de
lo que se espera de uno.
Sobreestimación de la
opinión de los demás.
Subestimación de las
propias capacidades
Sobreestimación de la idea
de rechazo.
Expectativas no realistas
en cuanto a las respuestas de otros ante nuestra ansiedad.
El 95% de la población
mundial sufre de ansiedad en mayor o menor grado cuando tiene que dirigirse a
un grupo de personas, muchas de estas personas pueden bailar o cantar ante una
audiencia, siempre y cuando no le dirijan palabras directamente al público.
Pocas cosas hacen temblar
más al ser humano que el miedo escénico o terror a hablar en público,
científicamente conocido como GLOSOFOBIA (glossa-lengua y fobos-terror) nada
compite con esto a la hora de paralizarnos de angustia, nublar nuestros
pensamientos y enfriar nuestras manos con un sudor gélido.
La cosa como que tiene que
ver con el verbo, entonces. ¿Cómo podemos combatir el miedo a expresarnos ante
diez, veinte, cincuenta o cien personas?
Esta
receta puede ayudarte a vencer el miedo de hablar en público.
1) La pasión nace de la investigación, y no al
revés
El escenario muchas veces
es el mismo: nos asignan una tarea, hablar sobre un tema del cual no sólo
carecemos de "conocimientos almacenados", sino que de paso no nos
llama la atención en lo más mínimo.
¡Por supuesto! ¿Cómo nos va
a gustar algo que desconocemos? y ¿Cómo vamos a tener seguridad al exponer algo
que ni nos gusta ni dominamos?
Algunos creen que la pasión
por un tema es lo que lleva a algunas personas a profundizar en el estudio del
mismo, pero la verdad es al revés; en la medida que investigamos un tema, sus
fuentes, protagonistas, historias laterales, hechos curiosos, estadísticas e
implicaciones, nos gustará más y más.
Y aunque pueda ocurrir que
siga sin llamarnos mucho la atención, al menos tendremos suficiente información
actualizada -de diversas fuentes- como para que nuestro cerebro pueda
estructurar una idea general del tema, condición crucial para poder proyectar
un tema con seguridad en un discurso.
En resumidas cuentas, no es
lo mismo tratar de exponer un tema que revisamos "por encima" en
Wikipedia a otro que nos hemos tomado la molestia de investigar en profundidad.
2) Divide y vencerás
Nos dicen que debemos
ofrecer una charla de veinte minutos, y recordamos la analogía de Einstein
sobre la relatividad: vamos a sentir que estamos sentados sobre una hornilla
durante toda la exposición, esperando que los minutos pasen rápido.
Pero ¿Qué pasaría si esos
mismos veinte minutos los dividimos en pequeños bloques de dos minutos y medio?
tendríamos ocho "contenedores", donde no sería difícil distribuir
ocho "partes" de nuestro discurso, entre introducción, breve
historia, personalidades influyentes, aplicaciones, teorías, etcétera.
Y realmente, dos minutos y
medio para hablar de un sub-tema pasan volando. ¡Hagan la prueba!
3) Ínflate bien, pero no tu ego.
Para dominar el terror que
sentimos cuando nos enfrentamos a un público de extraños, es importantísimo
desarrollar nuestra respiración diafragmática.
Pues se trata simplemente
de respirar profundamente inflando la barriga o "panza", y no el
pecho. ¿Recuerdan que la forma de los pulmones es más amplia en la parte de
abajo? pues si sólo inflamos el pecho estamos desperdiciando casi un 60% de
capacidad respiratoria. ¿Y qué estamos sacrificando? oxígeno, ese almuerzo
eólico tan importante para la materia gris.
Para los más geeks, pueden
pensar en Darth Vader y su manera de respirar. ¿Recuerdan el sonido…? traten de
respirar a ese ritmo, inflando el abdomen una y otra vez.
4) Usa la tecnología a tu favor, no en contra
En estos días es posible
acompañar cualquier exposición con una presentación digital, pero hacer una
presentación que cumpla con las normas básicas de la funcionalidad estética
parece que escapa al criterio de muchos, pues generalmente vemos despliegues de
figuritas, animaciones y colores que más que atraer la atención del público lo
que hacen es desviarla. Están son
algunas recomendaciones a la hora de hacer una presentación:
- Eviten las animaciones;
Ciertamente llaman la atención, pero ustedes NO quieren que los ojos del
público estén en la figurita, sino en ustedes.
- Usen una gama de colores
limitada: es un error común colocar muchas figuras de muchos colores, pensando
que así la presentación se verá más "impactante". En realidad termina pareciendo como que un
camión que transportaba trajes de payaso se volcó en la autopista.
- Coloquen información
puntual: es un crimen flagrante poner más de cincuenta palabras en una lámina;
recuerden que es un material de apoyo, y que ustedes son los que deben
proyectar el contenido al público.
Una presentación diseñada
profesionalmente les inspirará confianza y seguridad. ¡Compruébenlo!
5) Practica, joven aprendiz
Practica, practica,
practica. Éste es el secreto a voces que
todo el mundo sabe pero que a todos les da fastidio poner en práctica, sobre
todo porque les recuerda que van a tener que exponer o hablar en público.
La realidad es que mientras
más practiquemos (ante un espejo, con familiares, amigos o filmándonos), mejor
nos irá.
No crean que los
motivadores profesionales y los políticos, por más experiencia dando discursos
que tengan, no hagan esto también. Así
que, si ellos lo hacen, mucho más razón para que nosotros lo apliquemos.
6) Hora de "Embellecer" tu actitud
Una vez que hemos
practicado lo suficiente la presentación, es hora de añadir un poco de técnicas
avanzadas. Utiliza preguntas retóricas
para mantener la atención de tu público, p. ej. Pregunten "¿Qué tanta
influencia creen que tiene el medio ambiente en el rendimiento
físico?". Inserten silencios de uno
o dos segundos después de datos relevantes o curiosos; Para los puntos más interesantes, bajen un
poco la voz, como si estuviesen diciendo un secreto, y luego recuperen el
volumen normal. En los momentos más
importantes, acércate al público físicamente, dando un paso o dos hacia ellos;
cuando no sea necesario agregar tensión, sepárate un poco.
¡Dale interés a tu
exposición con estas técnicas! Que no sea un discurso más; que sea algo que tu
público recuerde, y principalmente por la manera como te expresaste.
7) El que madruga… encuentra el salón solo
Nada peor para tu
autoconfianza que llegar tarde el día de la charla. No sólo predispondrás al público en tu
contra, sino que te sentirás presionado por haberlos hecho esperar, por lo que
sentirás que tu rendimiento deberá ser el mejor… y por ahí te vas en un
derrotero de pensamientos negativos que echará abajo todo lo que has construido
con tanto esfuerzo.
Asegúrate de llegar
temprano, si es posible antes que todos, para probar todas las herramientas que
necesitarás; laptop, proyector digital, láminas, etc.
Siéntete dueño de esa sala
vacía; eso te programará positivamente para tu discurso.
8) Mira que te mira, pero…¡Sin mirar!
Llega el momento de la
verdad, y nos toca el momento de nuestra presentación. Pero pasa algo curioso; por ley de Murphy,
nos ha tocado exponer después de cuatro o cinco compañeros o colegas y el público
está algo cansado.
El lenguaje corporal de la
audiencia puede que nos desmoralice un poco -o incluso, bastante- si vemos a la
gente con las caras apoyadas en las manos, jugando con bolígrafos, con la
mirada extraviada o peor aún, jugueteando con sus teléfonos celulares. Quizás no seamos capaces de animarlos, pero
tampoco debemos preocuparnos por esta actitud (que es perfectamente normal).
Para que esta situación no
nos afecte, traten de hacer el truco de "ubicar tres rostros en el
público, uno a la izquierda, uno a la derecha y uno al centro y míralos
alternadamente a lo largo del discurso" pero sin mirar directamente a
ningún rostro en particular. Dirijan la mirada al vacío entre dos personas;
desconéctense de las expresiones faciales de quienes los escuchan.