miércoles, 5 de agosto de 2020

Taller Perdida del Miedo Escenico - @YoSoyFundaber - II parte

Descifrando el Miedo

 

El miedo es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.

 

Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta tanto en los animales como en el ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror.

 

Las emociones son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del hombre cuando ve algo o una persona importante para ellos. Psicológicamente, las emociones alteran la atención, hacen subir de rango ciertas conductas guía de respuestas del individuo y activan redes asociativas relevantes en la memoria.

 

Fisiológicamente, las emociones organizan rápidamente las respuestas de distintos sistemas biológicos, incluidas las expresiones faciales, los músculos, la voz, la actividad del Sistema Nervioso Autónomo o Vegetativo (dirige las actividades corporales sobre las que el individuo no tiene un control consciente, como la respiración y la digestión o el movimiento de corazón y la del sistema endocrino, a fin de establecer un medio interno óptimo para el comportamiento más efectivo

 

Conductualmente, las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos alejan de otros. Las emociones actúan también como depósito de influencias innatas y aprendidas, y poseen ciertas características invariables y otras que muestran cierta variación entre individuos, grupos y culturas

 

Enfoques sobre el miedo

 

Desde el punto de vista biológico, el miedo es un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie.

 

Desde el punto de vista neurológico es una forma común de organización del cerebro primario de los seres vivos, y esencialmente consiste en la activación de la amígdala, situada en el lóbulo temporal.

 

Desde el punto de vista psicológico, es un estado afectivo, emocional, necesario para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia en la persona.

 

Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social.

 

Se puede por tanto aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación con los distintos elementos de la cultura.

 

Para algunos, el miedo en el ser humano, no guarda ninguna relación fisiológica (como reacción de alerta), sino será un producto de la consciencia, que expande nuestro nivel de conocimiento.

 

Fisiología, psicología y bioquímica del miedo

 

El mecanismo que desata el miedo se encuentra, tanto en personas como en animales, en el cerebro, concretamente en el sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones, la lucha, la huida y la evitación del dolor, y en general de todas las funciones de conservación del individuo y de la especie.

 

Este sistema revisa de manera constante (incluso durante el sueño) toda la información que se recibe a través de los sentidos, y lo hace mediante la estructura llamada amígdala cerebral, que controla las emociones básicas, como el miedo y el afecto, y se encarga de localizar la fuente del peligro.

 

Cuando la amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y ansiedad, y su respuesta puede ser la huida, el enfrentamiento o la paralización.

 

Es interesante señalar que el miedo al daño físico provoca la misma reacción que el temor a un dolor psíquico.

 

El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos: se incrementa el metabolismo celular, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y la actividad cerebral, así como la coagulación sanguínea.

 

El sistema inmunitario se detiene (al igual que toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y el corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células (especialmente adrenalina).

 

También se producen importantes modificaciones faciales: agrandamiento de los ojos para mejorar la visión, dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.

 

Como el sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante, los lóbulos frontales (encargados de cambiar la atención consciente de una cosa a otra) se desactivan parcialmente.

 

Durante un ataque de pánico la atención consciente queda fijada en el peligro, y si los síntomas fisiológicos como el ritmo cardiaco o la presión sanguínea son interpretados por el sujeto como una confirmación de la realidad de la amenaza se produce una retroalimentación del miedo, que impide una ponderación del auténtico riesgo.

 

Esto sucede, especialmente, en el caso de las fobias: la atención del fóbico es incapaz de prestar atención a otra cosa y magnifica el peligro ante la incomprensión de los presentes.

 

Uno de los padecimientos más temibles en el marco de las relaciones personales, es el llamado Miedo Escénico o Pánico escénico, estado inhibitorio que reduce la efectividad comunicacional e impide el despliegue de las capacidades expresivas potenciales de los afectados.

                                                           

 

Teoría de Yagosesky

 

Renny Yagosesky, Escritor y Orientador de la Conducta, define al Miedo Escénico como la Respuesta psicofísica del organismo, generalmente intensa, que surge como consecuencia de pensamientos anticipatorios catastróficos sobre la situación real o imaginaria de hablar en público.

 

El miedo escénico es habitual entre individuos que tienen que actuar ante una audiencia aunque no pronuncien una palabra, músicos, bailarines, deportistas, etc.

 

Esta respuesta incluye manifestaciones de estrés, timidez y ansiedad, como preocupación, tensión corporal, inhibición, ineficacia funcional y otras formas de alteración de la normalidad en lo fisiológico, lo cognitivo y lo conductual.

 

 

Nivel fisiológico:

 

Alteración del ritmo cardíaco

 

Sudoración copiosa

 

Urgencia urinaria

 

Malestar estomacal

 

Dolor de cabeza

 

Reducción de la secreción salivar

 

Dilatación de las pupilas

 

Rubor facial

 

Sensación de "trac" o cierre de la laringe

 

Escalofríos

 

Náuseas

 

Inquietud generalizada

 

 

 

 

Nivel cognitivo:

 

Congestión mental

 

Expectativa de fracaso

 

Hiperatención auto centrada

 

Exageración perceptiva de las fallas

 

Confusión mental

 

Fallas de concentración

 

Auto exigencia

 

Temores al fracaso, al rechazo y al ridículo.

 

 

Nivel conductual:

 

Evitación de acción

 

Escape de la situación

 

Comportamientos automáticos

 

Farfulleo o atropellamiento verbal

 

Tartamudeo

 

Bajo volumen de voz

 

Uso de drogas calmantes o estimulantes

 

Silencios frecuentes o largos.

 

 

Yagosesky aclara que existen frecuentes confusiones en la terminología relativa a miedo y temor, y los distingue, al señalar que el miedo es referido a una respuesta compleja de causa biológica que suele surgir frente a la presencia real y verificable de un agente percibido como aversivo, mientras que el temor sería una respuesta detonada por anticipaciones mentales o cognitivas de eventos que no han acaecido, con base en esto, el autor insiste en que a pesar de que se utiliza la categoría compuesta "Miedo Escénico" y se incluye el término "Miedo", en realidad hablar de "Miedo Escénico" implica realmente hablar de temor, de ansiedad, pues las respuestas emitidas por los aquejados, tienden a manifestarse antes de actuar en público, y durante, aunque se encuentren frente a grupos que no muestran en forma alguna predisposición o rechazo. Esto, sería revelador del componente intrapersonal que induce o influye en la experiencia de incomodidad.

 

Se destacan como los errores cognitivos de quienes padecen el trastorno de temor de hablar en público y de la Fobia Social la cual es vista como uno de los trastornos de ansiedad, los siguientes síntomas:

 

Valoración no realista de lo que se espera de uno.

 

Sobreestimación de la opinión de los demás.

 

Subestimación de las propias capacidades

 

Sobreestimación de la idea de rechazo.

 

Expectativas no realistas en cuanto a las respuestas de otros ante nuestra ansiedad.

 

El 95% de la población mundial sufre de ansiedad en mayor o menor grado cuando tiene que dirigirse a un grupo de personas, muchas de estas personas pueden bailar o cantar ante una audiencia, siempre y cuando no le dirijan palabras directamente al público.

 

Pocas cosas hacen temblar más al ser humano que el miedo escénico o terror a hablar en público, científicamente conocido como GLOSOFOBIA (glossa-lengua y fobos-terror) nada compite con esto a la hora de paralizarnos de angustia, nublar nuestros pensamientos y enfriar nuestras manos con un sudor gélido.

 

La cosa como que tiene que ver con el verbo, entonces. ¿Cómo podemos combatir el miedo a expresarnos ante diez, veinte, cincuenta o cien personas?

 

Esta receta puede ayudarte a vencer el miedo de hablar en público.

 

1) La pasión nace de la investigación, y no al revés

 

El escenario muchas veces es el mismo: nos asignan una tarea, hablar sobre un tema del cual no sólo carecemos de "conocimientos almacenados", sino que de paso no nos llama la atención en lo más mínimo.

 

¡Por supuesto! ¿Cómo nos va a gustar algo que desconocemos? y ¿Cómo vamos a tener seguridad al exponer algo que ni nos gusta ni dominamos?

 

Algunos creen que la pasión por un tema es lo que lleva a algunas personas a profundizar en el estudio del mismo, pero la verdad es al revés; en la medida que investigamos un tema, sus fuentes, protagonistas, historias laterales, hechos curiosos, estadísticas e implicaciones, nos gustará más y más.

 

Y aunque pueda ocurrir que siga sin llamarnos mucho la atención, al menos tendremos suficiente información actualizada -de diversas fuentes- como para que nuestro cerebro pueda estructurar una idea general del tema, condición crucial para poder proyectar un tema con seguridad en un discurso.

 

En resumidas cuentas, no es lo mismo tratar de exponer un tema que revisamos "por encima" en Wikipedia a otro que nos hemos tomado la molestia de investigar en profundidad.

 

2) Divide y vencerás

 

Nos dicen que debemos ofrecer una charla de veinte minutos, y recordamos la analogía de Einstein sobre la relatividad: vamos a sentir que estamos sentados sobre una hornilla durante toda la exposición, esperando que los minutos pasen rápido. 

 

Pero ¿Qué pasaría si esos mismos veinte minutos los dividimos en pequeños bloques de dos minutos y medio? tendríamos ocho "contenedores", donde no sería difícil distribuir ocho "partes" de nuestro discurso, entre introducción, breve historia, personalidades influyentes, aplicaciones, teorías, etcétera. 

 

Y realmente, dos minutos y medio para hablar de un sub-tema pasan volando. ¡Hagan la prueba!

 

3) Ínflate bien, pero no tu ego.

 

Para dominar el terror que sentimos cuando nos enfrentamos a un público de extraños, es importantísimo desarrollar nuestra respiración diafragmática.

 

Pues se trata simplemente de respirar profundamente inflando la barriga o "panza", y no el pecho. ¿Recuerdan que la forma de los pulmones es más amplia en la parte de abajo? pues si sólo inflamos el pecho estamos desperdiciando casi un 60% de capacidad respiratoria. ¿Y qué estamos sacrificando? oxígeno, ese almuerzo eólico tan importante para la materia gris.

 

Para los más geeks, pueden pensar en Darth Vader y su manera de respirar. ¿Recuerdan el sonido…? traten de respirar a ese ritmo, inflando el abdomen una y otra vez.

 

4) Usa la tecnología a tu favor, no en contra

 

En estos días es posible acompañar cualquier exposición con una presentación digital, pero hacer una presentación que cumpla con las normas básicas de la funcionalidad estética parece que escapa al criterio de muchos, pues generalmente vemos despliegues de figuritas, animaciones y colores que más que atraer la atención del público lo que hacen es desviarla.  Están son algunas recomendaciones a la hora de hacer una presentación:

 

- Eviten las animaciones; Ciertamente llaman la atención, pero ustedes NO quieren que los ojos del público estén en la figurita, sino en ustedes.

 

- Usen una gama de colores limitada: es un error común colocar muchas figuras de muchos colores, pensando que así la presentación se verá más "impactante".  En realidad termina pareciendo como que un camión que transportaba trajes de payaso se volcó en la autopista.

 

- Coloquen información puntual: es un crimen flagrante poner más de cincuenta palabras en una lámina; recuerden que es un material de apoyo, y que ustedes son los que deben proyectar el contenido al público.

 

Una presentación diseñada profesionalmente les inspirará confianza y seguridad. ¡Compruébenlo!

 

5) Practica, joven aprendiz

 

Practica, practica, practica.  Éste es el secreto a voces que todo el mundo sabe pero que a todos les da fastidio poner en práctica, sobre todo porque les recuerda que van a tener que exponer o hablar en público.

 

La realidad es que mientras más practiquemos (ante un espejo, con familiares, amigos o filmándonos), mejor nos irá. 

 

No crean que los motivadores profesionales y los políticos, por más experiencia dando discursos que tengan, no hagan esto también.  Así que, si ellos lo hacen, mucho más razón para que nosotros lo apliquemos.

 

6) Hora de "Embellecer" tu actitud

 

Una vez que hemos practicado lo suficiente la presentación, es hora de añadir un poco de técnicas avanzadas.  Utiliza preguntas retóricas para mantener la atención de tu público, p. ej. Pregunten "¿Qué tanta influencia creen que tiene el medio ambiente en el rendimiento físico?".  Inserten silencios de uno o dos segundos después de datos relevantes o curiosos;  Para los puntos más interesantes, bajen un poco la voz, como si estuviesen diciendo un secreto, y luego recuperen el volumen normal.  En los momentos más importantes, acércate al público físicamente, dando un paso o dos hacia ellos; cuando no sea necesario agregar tensión, sepárate un poco.

 

¡Dale interés a tu exposición con estas técnicas! Que no sea un discurso más; que sea algo que tu público recuerde, y principalmente por la manera como te expresaste.

 

 

7) El que madruga… encuentra el salón solo

 

Nada peor para tu autoconfianza que llegar tarde el día de la charla.  No sólo predispondrás al público en tu contra, sino que te sentirás presionado por haberlos hecho esperar, por lo que sentirás que tu rendimiento deberá ser el mejor… y por ahí te vas en un derrotero de pensamientos negativos que echará abajo todo lo que has construido con tanto esfuerzo.

 

Asegúrate de llegar temprano, si es posible antes que todos, para probar todas las herramientas que necesitarás; laptop, proyector digital, láminas, etc.

 

Siéntete dueño de esa sala vacía; eso te programará positivamente para tu discurso.

 

8) Mira que te mira, pero…¡Sin mirar!

 

Llega el momento de la verdad, y nos toca el momento de nuestra presentación.  Pero pasa algo curioso; por ley de Murphy, nos ha tocado exponer después de cuatro o cinco compañeros o colegas y el público está algo cansado.

 

El lenguaje corporal de la audiencia puede que nos desmoralice un poco -o incluso, bastante- si vemos a la gente con las caras apoyadas en las manos, jugando con bolígrafos, con la mirada extraviada o peor aún, jugueteando con sus teléfonos celulares.  Quizás no seamos capaces de animarlos, pero tampoco debemos preocuparnos por esta actitud (que es perfectamente normal).

 

Para que esta situación no nos afecte, traten de hacer el truco de "ubicar tres rostros en el público, uno a la izquierda, uno a la derecha y uno al centro y míralos alternadamente a lo largo del discurso" pero sin mirar directamente a ningún rostro en particular. Dirijan la mirada al vacío entre dos personas; desconéctense de las expresiones faciales de quienes los escuchan.

 


 


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